Día tras día, siguiendo el mismo camino, abrumado por el exasperarte olor humo provinciano que se cola tras la ventana junto a la cegadora luz del astro sol, contrastando la leal sombra e iluminando mis tan desgastados instrumentos... Yo tiemblo...
Consumido por el temor que quema mi alma, me incinera la pregunta más trivial que puedas imaginar, sí, aquella pregunta: ¿me corresponderá?
Sé que suena absurdo, pero aun así, no tengo que dudar ya que sí lo hago, sí titubeo, abriría la grieta de la negación interpersonal. Puede que no sea yo quien deba hablar de esto, pero estoy mucho más que seguro de algo. Ese algo que dicta con mano de hierro: "para ofrecer algo -lo que sea- no dudes".
Un claro ejemplo puede ser que, al preguntar --¿No quiere comprar este producto?-- Desde esa frase, esa pregunta, fracasaste. No puedes preguntar con una negación, muestras tu temor y para hacer algo, se tiene que hacer con un valor, con una moral y con seguridad, sino, ¿dónde queda tu dignidad como ser humano?
Se tiene que decir directo y recto.
Y eso es lo que quiero hacer yo. Eso es lo que pienso al ver aquella polilla revolotear sus seductoras e inquietantes alas sobre mi hoja de papel, color blanco puro.
Tomo la plumilla que se esconde entre mis pinceles -sucios por supuesto-, y trazo con cautela para que semejante criatura no se alarme y se vaya, trazo el patrón peculiar de sus alas. Esos círculos que observan como miradas que leen tus pensamientos y te desenvuelven como un niño a un presente en navidad. Sus obscuras tonalidades me cautivan, cuanta belleza en un ser tan diminuto.
Y eso me hace recordar, no hay que cegar nuestra mirada a solo lo que vemos. La gente ignorante no ve más de lo que ven sus ojos, y eso es triste, hay que observar con detalle aquellos pequeños regalos que nos ofrece la naturaleza, que, a pesar de tratarla como un basurero gigante, como baño público e inodoro de pensamientos. Nos sigue regalando brillantes curiosidades, como si nunca le hubiéramos hecho algo, como si nuestra vida acabará mañana -puede que lo sea- nos da alegría de diferentes modos y diferentes seres vivos. Yo respiro y me levanto aturdido por no dormir, tomo mi chaleco lleno de polvo y me voy en busca de más detalles que plasmar.
Dejando como recuerdo de mi inicio aquella ilustración de la negra polilla que, no es igual. No es una polilla, simplemente es la expresión del sentimiento de buscar y tener esperanza en una hoja, en una ya no inmaculada hoja.